Las autoclaves funcionan permitiendo la entrada o
generación de vapor de agua pero restringiendo su salida, hasta obtener una
presión interna de 103 kPa, lo cual provoca que el vapor alcance
una temperatura de 121 grados
centígrados. Un tiempo típico de esterilización a esta temperatura y presión es de 15-20 minutos. Las autoclaves
más modernas permiten realizar procesos a mayores temperaturas y presiones, con
ciclos estándares a 134 °C a 200 kPa durante 5 min para esterilizar
material metálico; llegando incluso a realizar ciclos de vacío para acelerar el
secado del material esterilizado.
El hecho de contener
fluido a alta presión implica que las autoclaves deben ser de manufactura
sólida, usualmente en metal, y que se procure construirlas totalmente
herméticas.
Las autoclaves son
ampliamente utilizadas en laboratorios, como una medida elemental de
esterilización de material. Aunque cabe notar que debido a que el proceso
involucra vapor de agua a alta temperatura, ciertos materiales no pueden ser
esterilizados en autoclave, como el papel y muchos plásticos (a excepción del polipropileno).
Debido a que el
material a esterilizar es muy probablemente de uso grabable, se requiere de
métodos de testificación de la calidad de dicha esterilización, esto quiere
decir que la presión y temperatura aplicadas serán distintas para cada uno de
los productos autoclavados.
Las autoclaves suelen
estar provistas de medidores de presión y temperatura, que permiten verificar
el funcionamiento del aparato. Aunque en el mercado existen métodos testigo
anexos, por ejemplo, testigos químicos que cambian de color cuando cierta
temperatura es alcanzada, o bien testigos mecánicos que se deforman ante las
altas temperaturas. Por este medio es posible esterilizar todo tipo de
materiales a excepción de materiales volátiles, por lo que se debe tener gran
precaución.
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